Una rubia de pies a cabeza hubiera planeado un día de la leche, así divagaría: "¡que bien un miércoles/sábado!, que locura, una fiesta entre semana pero mejor porque no es fiesta. Voy a ir al starbucks a pagar 4 euros por un chaitilate calentito, a eso de las 11 de la mañana, para no castigarme demasiado. Luego me daré una vuelta por las tiendas, igual cojo el autobús -un segundo después concluye- ni hablar, un taxi que voy a ir en tacones, como tengo la visa hecha polvo zarearé solamente. ¿Para comer? un brunch en algún sitio incómodo y caro, nueva visita al starbucks, limpieza de cutis (nunca la necesito pero como dicen que hay que hacérsela una vez al año...), vuelvo a casa me pruebo mis cosas y decido con qué me quedo".
Yo, claramente acastañada, fui a trabajar porque 'tenía mucho que hacer', el día me cundió, no hubo casi llamadas de teléfono, ni mails y eso según ciertas personas 'me distrae mucho'.
¿Sabéis cual es la diferencia entre lo que hice yo y lo que pensaba hacer una rubia genuína? Que ella pasó un día de perros porque olvidó apagar el despertador, sonó a las 7, como cada mañana, y ya no se pudo dormir de nuevo. Bajó a la calle y como no había taxis echó a andar con sus doce centímetros bajo el talón. Llegó al Starbucks y estaba cerrado, igual que zara. Cuando decidió ir a tomar el brunch todos los restaurantes caros e incómodos estaban igualmente cerrados y sólo había abierto un bar de menú a 8 euros (con todo mi reconocimiento para esos menús) que estaba inexplicablemente lleno de piquetes almorzando ¿¿?? Regresó a casa ultrajada, sudando y con los pies ay... los pies...
Yo en cambio me sentí igual de bien que casi siempre, sólo me faltó mi chaiti, porque confieso que soy adicta a ese brebaje made in Starbucks. Me gusta mucho ir allí con mi madre porque siempre me dice "nena pídeme un cortao", y pienso "a ver cómo le explico..." Al final se toma un café aguado con leche en un vaso de papel de medio litro, pero no le importa... está conmigo.
Mi café |
El de mi madre |