Así es, siempre me han gustado los primeros que salen a
escena, esos que finiquitan la espera. El aperitivo, eso es; el aperitivo es lo
mejor siempre.
Bueno, a lo que voy. Me aficioné tanto a los teloneros que varias
veces compré entradas a conciertos para ir a ver al grupo ‘b’ y marcharme tan
contenta antes de que saliese a tocar el responsable de que tooooodo ese
público estuviese allí reunido.
Cuando te vas de un concierto antes de que empiece la gente
te mira raro: “Uy mira la rubia que se ha cansao (es que como casi siempre eran
en Almería la expresión era exactamente ésa)”. Pero no, más feliz que una
perdiz me iba yo después de cantar como una loca esas canciones que casi nadie
sabía (porque además yo soy mucho de canciones de cara B, pero ese es otro
post).
Al grano que me salen ramas. El otro día una de mis amigas
me dijo, de pasada, que iba al concierto de Un
pingüino en mi ascensor y se quedó tan ancha. Ése era el telonero que más
perseguí en mi adolescencia. Tenía TDKs llenas y llenas con sus canciones, qué
recuerdos… Me acoplé.
Qué decir: colosal, aunque el sonido era malísimo; soberbio,
aunque no se entendían las letras; divertido, sin aunques.
Lo que tenía pinta de
acabar igual de bien que empezó se enturbió porque una vez más saqué a relucir
la rubia más absurda que hay en mí. Os explico.
Acaba el concierto y como buena grupi llego hasta ellos (José Luis Moro y Mario Gil para más señas)
y me hago la mítica foto. Y como no puedo estar callada le digo:
- José Luis, me ha encantado, qué pena que no hayas cantado
la del melocotón.
- ¿Cuál? -me dice ojiplático mientras se retira la Heineken de
los labios.
- Sí hombre, la del melocotón- insisto yo, desperdiciando
una oportunidad única de callarme.
- Ésa no es mía- me contesta.
- Que sí hombre que sí…- y voy y se la canto (noooooooo
rubia nooooooo).- “Y así lloró el melocotón cuando el cuchiiiiiillo lo
pelóóóóóóóó”.
Él, que es, imagino,
un hombre educado, me mira como con pena, le da un sorbo a la Heineken y me
dice:
- Encantado; pero esa canción no es mía.
Un poco confundida volví con mis amigos, uno de ellos lo
había presenciado todo y lloraba de la risa. Saqué el móvil y tecleé en google:
Melocotón, cuchillo, canción… ¡Mierda! Es de Pabellón Psiquiátrico, otro gran
aperitivo.